Anónimo (hacia el siglo XVII)


Volver a la página de los mejores poemas de la lengua española


Romance de don Álvaro de Luna

–Hagan bien para hacer bien
por el alma de este hombre.
Al son de las campanillas
van diciendo en altas voces:

–Den para enterrar el cuerpo
del rico ayer, y hoy tan pobre,
que si no le dan mortaja,
no la tiene, ni hay de dónde;
mueva a compasión su muerte;
socorredle, pretensores,
pues que tanto dio y dar pudo
a tantos de los que oyen.
El que daba dignidades
haciendo duques y condes
grandes, marqueses, prelados,
maestres, comendadores;
el que con la voluntad
pudo hacer e hizo hombres,
como delincuente muere;
dadle limosna, señores.

Ayer el mundo mandó
hoy de un bochín sucio y torpe
se sujeta al proceder,
y humilde a sus pies se pone.
Por esas calles que hoy pasa,
entre confusos pregones,
le vimos acompañado
del mismo rey y su corte,
¡y dichoso el que alcanzaba
su lado, a ponerse adonde
con su vista le alcanzase,
ya que no con sus razones!

Hoy a este mismo acompañan
mil populares montones
de gente ociosa, perdida,
vagabundo, malhechores.
El que pudo lo que quiso
con los dados por tutores,
como delincuente hoy muere;
dadle limosna, señores.

¡oh mundo vano, caduco,
como pagas a quien pone
sus esperanzas en ti!
¡Y cuan pocos te conocen!

Esto un cofrade decía
de la Caridad a voces,
cuando por la Costanilla
un tropel de gente rompe;
la guardia del rey don Juan
se divide en escuadrones
para que de su justicia
la ejecución no se estorbe.
Gran cantidad de alguaciles,
dos alcaldes de su corte,
tres capitanes con gente
por las calles y cantones.

–Plaza aparte, aparte claman
diciendo los muñidores.

–Hagan bien para hacer bien
por el alma de este hombre.

En medio viene el de Luna
rompiendo los corazones
en una mula enlutada,
capuz hasta los talones,
una caperuza negra,
agravado con prisiones,
a los lados uno y otro
un par de predicadores.
Todo se conmueven dél,
no hay quien de vello no llore,
y al preguntar por qué muere
todos los hombros encogen
los pregoneros lo dicen,
unos a otros lo responden.

Llegan hasta un cadalso,
encima del cual le ponen,
teatro de su tragedia,
donde lo que dicen oye.

–Hagan bien para hacer bien
por el alma de este pobre.