Anónimo (siglo XV)


Volver a la página de los mejores poemas de la lengua española

  • La Dança general de la Muerte


Prólogo a la traducción

Aquí comienza la danza general en la cual trata de como la Muerte dice: “Avisa a todas las criaturas que presten atención a la brevedad de su vida y que de ella mayor caudal no sea hecho que ella merece.” Así mismo les dice y requiere que vean y oigan bien lo que los sabios predicadores les dicen y amonestan cada día dándoles bueno y sano consejo que pugnan en hacer buenas obras porque hayan cumplido perdón de sus pecados. Y luego siguiente mostrando por experimentar lo que dice, llama y requiere a todos los estados del mundo que vengan de su buen grado o contra su voluntad. Comenzando dice así:

Dice la Muerte
Yo soy la Muerte cierta a todas criaturas,
que son y serán en el mundo durante.
Demando y digo: ¿Oh, hombre, por qué curas
de la vida tan breve en punto pasante
pues no hay tan fuerte ni rezio gigante
que de este mi arco se puede amparar
conviene que mueras cuando lo tijar?
con esta mi flecha, cruel y traspasante.

¿Qué locura es ésta tan manifiesta,
que piensas tú, hombre, que el otro morirá
y tú quedarás por sí, bien compuesta
la tu complición y que durará?
No eres cierto si en punto vendrá
sobre ti a deshora alguna corrupción
de landre o carbonco o tal implición,
por el cual el tu vil cuerpo se desatará

¿O piensas por ser mançebo valiente,
o niño de días, que lejos estaré
hasta que llegues a viejo impotente
la mi venida me detardaré?
Avísate bien que yo llegaré
a tí a deshora que no he avisado.
Que tú seas mancebo o viejo cansado
que cual te hallaré, tal te llevaré.

La plática nuestra ser pura verdad
aquesto que digo sin otra falencia.
La santa escritura con certinidad
da sobre todo su firme sentencia.
A todos diciendo, “haced penitencia
que a morir tenéis, no sabéis cuándo.”
Si no, ved el fraile que está predicando;
mirad lo que dice de su gran sapiencia.

Dice el Predicador
Señores honrados, la santa escritura
demuestra y dice que todo hombre nacido
gustará la muerte maguer sea dura.
Ca trujo al mundo un solo bocado.
Ca papa o rey o obispo sagrado,
cardenal o duque y conde excelente
el emperador con toda su gente,
que son en el mundo de morir han forzado.

Bueno y sano consejo
Señores, puñad en hacer buenas obras,
que no vos fiéis en altos estados
que no vos valdrán tesoros ni doblas.
A la muerte, que tiene sus lazos parados,
gemid vuestras culpas. Decid los pecados
en cuanto podáis con satisfacción,
si haber queréis haber cumplido perdón
de aquel que perdona los yerros pasados.

Haced lo que digo. No vos tardéis.
Que ya la Muerte comienza a ordenar
una danza esquiva de que no podéis
por cosa ninguna que sea escapar,
a la cual dice que quiere llevar
a todos nosotros lanzando sus redes.
Abrid las orejas que ahora oiréis
de su charambela un triste cantar.

Dice la Muerte
A la danza mortal venid los nacidos
que en el mundo soís de cualquiera estado.
El que no quisiere, a fuerza y amidos
hacerle he venir muy toste parado
pues que va el fraile vos ha predicado
que todos vayais a hacer penitencia
El que no quisiere poner diligencia
por mí no puede ser más esperado.

Primeramente llama a su danza a dos Doncellas
Esta mi danza traje de presente
estas dos donzellas que veis hermosas.
Ellas vinieron de muy malamente.
Oíd mis canciones que son dolorosas.
Mas no les valdrán flores y rosas,
ni las composturas que poner solían.
De mí, si pudiesen, partir se querrían.
Mas no puede ser, que son mis esposas.

A éstas y a todos por las aposturas
daré fealdad, la vida partida,
y desnudeza por las vestiduras
por siempre jamás muy toste aborrida.
O por los palacios daré por medida
sepulcros oscuros de dentro hedientes.
Y por los manjares gusanos royentes
que coman de dentro su carne podrida.

Y porque el santo padre es muy alto señor,
que en todo el mundo no hay su par,
y de ésta mi danza será guiador,
Defiende su capa. Comience a sotar.
No es ya tiempo de perdones dar,
ni de celebrar en grande aparato.
Que yo le daré en breve mal rato.
Danzad padre santo sin más de tardar.

Dice el Padre Santo
Ay de mí, triste. ¡Qué cosa tan fuerte!
Ay que trataba tan gran perlazía
haber de pasar ahora la muerte.
Hoy no me valer lo que dar solía
Beneficios y honras y gran señoría
tuve en el mundo. Pensando vivir.
Pues de tí, Muerte, no puedo huir.
Valedme Jesucristo y tú, Virgen María.

Dice la Muerte
No vos enojéis, señor padre santo,
de andar en mi danza que tengo ordenada.
No vos valdrá el bermejo manto.
De lo que hicisteis, habréis soldada.
No vos aprovecha echar la cruzada,
proveer de obispados, nin dar beneficios.
Aquí moriré sin ser más bullicios.
Danzad, imperante, con cara pagada.

Dice el Emperador
¿Qué cosa es ésta que tan sin pavor
me lleva a su danza a fuerza sin grado?
Creo que es la muerte que non ha dolor.
De hombre que sea grande o cuitado.
¿No hay ningún rey ni duque esforzado
que de ella me pueda ahora defender?
Acórredme todos. Mas no puede ser,
que ya tengo de ella todo el seso turbado.

Dice la Muerte
Emperador muy grande, en el mundo, potente,
no vos cuitéis, pues no es tiempo tal
que librar vos pueda imperio ni gente,
oro ni plata ni otro metal.
Aquí perderéis el vuestro caudal
que atesorasteis con gran tiranía,
haciendo batallas de noche y de día.
Morid. No curéis. Venga el cardenal.

Dice el Cardenal
¡Ay, Madre de Dios! Nunca pensé ver
tal danza como ésta a que me hacen ir.
Querría, si pudiese, la muerte torcer.
No sé dónde vaya. Comienzo a tremer.
Siempre trabajé trasnochar y escribir
por dar beneficios a los mis criados.
Ahora mis miembros son todos tornados.
Que pierdo la vista y no puedo ir.

Dice la Muerte
Reverendo padre, bien vos avisé
que aquí habríais por fuerza a llegar
en esta mi danza en que vos haré
ahora aína un poco sudar.
Pensasteis el mundo por vos trastornar
por llegar a papa y ser soberano.
Mas no lo seréis aqueste verano.
Vos, rey poderoso, venid a danzar.

Dice el Rey
Valía, valía, los mis caballos.
Yo no quería ir a tan baja danza.
Llegadvos con los ballesteros.
Amparadme todos por fuerza de lanza.
Mas ¿qué es aquesto que veo en balanza
acortarse mi vida y perder los sentidos?
El corazón se me queja con grandes gemidos.
Adiós mis vasallos, que la muerte me tranza.

Dice la Muerte
Rey fuerte, tirano, que siempre robasteis
Todo vuestro reino y henchisteis el arca.
De hacer justicia muy poco curasteis,
según es notorio por vuestra comarca.
Venid para mí, que yo soy monarca
que prenderé a vos y a otro más alto.
Llegad a la danza cortés en un salto.
En pos de vos venga luego el patriarca.

Dice el Patriarca
Yo nunca pensé venir a tal punto
ni estar en danza tan sin piedad.
Ya me van privando, según que barrunto,
de beneficios y de dignidad.
Oh, hombre mezquino, que en gran ceguedad
anduve en el mundo, no prestando atención a
cómo la muerte con sus duros dientes
roba a todo hombre de cualquier edad.

Dice la Muerte
Señor patriarca, yo nunca robé
en alguna parte cosa que no deba.
De matar a todos costumbre lo he.
De escapar alguno de mí no se atreva.
Esto vos ganó vuestra madre Eva
por querer gustar fruta devedada.
Poned en recaudo vuestra cruz dorada.
Sígase con vos el duque antes que mas beba.

Dice el Duque
¡Oh, qué malas nuevas son éstas sin falla,
que ahora me traen que vaya a tal juego!
Yo tenía pensado de hacer batalla.
Espérame un poco, Muerte, yo te ruego.
Si no te detienes, miedo he que luego
me prendas o me mates. Habré de dejar
todos mis deleites, y por ello no puedo estar
que mi alma escape de aquel duro fuego.

Dice la Muerte
Duque poderoso, ardido, valiente,
No es ya tiempo de dar dilaciones.
Andad en la danza con buen continente.
Dejad a los otros vuestras guarniciones.
Jamás no podréis cebar los halcones,
ordenar las justas, ni hacer torneos.
Aquí habrán fin los vuestros deseos.
Venid, arzobispo, dejad los sermones.

Dice el Arzobispo
¡Ay muerte cruel! ¿qué te merecí
o por qué me llevas tan arrebatado?
Viviendo en deleites, nunca te temí.
Fiando en la vida quedé engañado.
Mas si yo bien rigiera mi arzobispado,
de ti no hubiera tan fuerte temor,
mas siempre del mundo fui amador.
Bien sé que el infierno tengo aparejado.

Dice la Muerte
Señor arzobispo, pues tan mal registreis
vuestros súbditos o clerecía,
gustad amargura por lo que comisteis:
manjares diversos con gran golosía.
Estar no podréis en Santa María
con palo romano en pontifical.
Venid a mi danza, pues sois mortal.

Dice el Condestable
Yo vi muchas danzas de lindas doncellas
de dueñas hermosas de alto linaje.
Mas según me parece no es ésta de ellas,
porque el tañedor trae feo visaje.
Venid camarero; decid a mi paje
que traiga el caballo [por]que quiero huir.
Que ésta es la danza que dice morir.
Si de ella escapo, tener me han por saje.

Dice la Muerte
Huir no conviene al que ha de estar quedo.
Estad, condestable. Dejad el caballo.
Andad en la dança alegre, muy ledo
sin hacer ruido. Pues, yo bien me callo.
Mas verdad vos digo que al cantar del gallo
seréis tornado de otra figura.
Allí perderéis vuestra hermosura.
Venid vos, obispo, a ser mi vasallo.

Dice el Obispo
Mis manos aprieto. De mis ojos lloro
porque soy venido a tanta tristura.
Yo era abastado de plata y de oro,
de nobles palaçios y mucha holgura.
Ahora la muerte con su mano dura
me trae en su danza medrosa, sobejo.
Parientes, amigos, ponedme consejo
que pueda salir de tal angostura.

Dice la Muerte
Obispo sagrado que fuisteis pastor
de ánimas muchas por vuestro pecado
a juicio iréis ante el Redentor
y daréis cuenta de vuestro obispado.
Siempre anduvisteis de gentes cargado,
en corte de rey y fuera de iglesia.
Mas yo zurziré la vuestra pelleja.
Venid, caballero, que estáis armado.

Dice el Caballero
Aun no parece ser cosa guisada
que deje mis armas y vaya danzar
a tal danza negra de llanto poblada
que contra los vivos quisiste ordenar.
Según estas nuevas conviene dejar
mercedes y tierras que gané del rey,
pero a la fin, sin duda, no sé
cuál es la carrera que habré de llevar.

Dice la Muerte
Caballero noble, ardido y ligero,
haced buen semblante en vuestra persona.
No es aquí tiempo de contar dinero.
Oíd mi canción por qué modo. Cantona
aquí vos haré morir la atahona
y después veréis cómo ponen freno
a los de la banda que roban lo ajeno.
Danzad, abad gordo, con vuestra corona.

Dice el Abad
Maguer provechoso soy a los religiosos,
de tal danza, amigos, yo no me contento.
En mi celda aína manjares sabrosos,
de ir no curaba comer a convento.
Me daréis signado, como no consiento
de andar en ella. Pues he gran recelo
y si tengo tiempo, provoco y apelo,
mas no puede ser que ya desatiento.

Dice la Muerte
Don abad bendito, holgado, vicioso,
¡qué poco curasteis de vestir cilicio!
Abrazadme ahora: seréis mi esposo,
pues que deseasteis placeres y vicio.
Como yo soy bien presta a vuestro servicio,
habedme por vuestra, quitad de vos saña.
¡qué mucho me place con vuestra compañía!
E vos, escudero, venid al oficio.

Dice el Escudero
Dueñas y doncellas, habed de mí duelo;
que me hacen por fuerza dejar los amores.
Me echó la muerte su sutil anzuelo.
Me hacen danzar danza de dolores.
No traen, por cierto, firmalles ni flores
los que en ella danzan, mas gran fealdad.
¡Ay de mí, cuitado! Que en gran vanidad
anduve en el mundo sirviendo señores.

Dice la Muerte
Escudero pulido, de amor sirviente:
dejad los amores de toda persona.
Venid, ved mi danza y cómo se adorna,
y a los que danzan acompañaréis.
Mirad su figura: tal vos tornaréis
que vuestras amadas no vos querrán ver.
Habed buen conhorte, que así ha de ser.
Venid vos, déan, no vos corrocéis.

Dice el Deán
¿Qué es aquesto que yo de mi seso salgo?
Pensé de huir y no hallo carrera.
Gran renta tenía y buen deanazgo,
y mucho trigo en la mi panera.
Allende de aquesto estaba en espera
de ser proveído de algún obispado.
Ahora la muerte me envió mandado:
mala señal veo pues hacen la cera.

Dice la Muerte
Don rico avariento, deán muy ufano,
que vuestros dineros trocasteis en oro.
A pobres y a viudas cerrasteis en la mano
y mal despendisteis el vuestro tesoro.
No quiere que estéis ya más en el coro.
Salid luego fuera sin otra pereza:
Yo vos mostraré venir a pobreza.
Venid, mercadero, a la danza del lloro.

Dice el Mercadero
¿A quién dejaré todas mis riquezas
y mercadurías que traigo en la mar
con muchos traspasos y mas sutilezas?
Gané lo que tengo en cada lugar.
Ahora la muerte me vino llamar.
¿Qué será de mí? No sé que me haga.
Oh, Muerte, tu sierra a mí es gran plaga.
Adios mercaderos, que me voy a finar.

Dice la Muerte
De hoy mas no curéis de pasar en Flandes.
Estad aquí quedo e iréis [a] ver la tienda que traigo
de bubas y landres …  …
De gracia las doy, no las quiero vender.
Una sola de ellas vos hará caer
de palmas en tierra dentro en mi botica.
En ella entraréis, aunque sea chica.
Y vos, arcediano, venid al tañer.

Dice el Arcediano
Oh mundo, vil, malo y fallecedero,
¡Cómo me engañaste con tu promisión!
Me prometiste vida, [pero] de ti, no la espero.
Siempre mentiste en toda sazón.
Haga quien quisiere la visitación
de mi arcedianazgo por lo cual trabajé.
¡Ay de mí, cuitado! Gran cargo tomé:
ahora lo siento, que hasta aquí no.

Dice la Muerte
Arcediano, amigo, quitad el bonete:
Venid a la danza suave y honesto.
Ca quien en el mundo sus amores mete,
el mismo la hace venir a todo esto.
Vuestra dignidad, según dice el texto,
es cura de ánimas y daréis cuenta:
si mal las registeis habréis afronta.
Danzad abogado, dejad el Digesto.

Dice el Abogado
¿Qué fue, ahora, mesquino, de quánto aprendí
de mi saber todo y mi libelar?
Cuando estar pensé, entonces caí.
Me cegó la muerte. No puedo estudiar.
Recelo he grande de ir al lugar
donde no me valdrá libelo ni fuero.
Peor es, amigos, que sin lengua muero.
Me abarcó la muerte: no puedo hablar.

Dice la Muerte
Don falso abogado, prevaricador,
que de ambas las partes llevasteis salario.
Véngase vos, miente como sin temor.
volvisteis la hoja por otro contrario.
El Chino y el Bartolo y el Coletario
no vos librarán de mi poder mero.
Aquí pagaréis como buen romero.
Y vos canónigo, dejad el breviario.

Dice el Canónigo
Vete ahora, Muerte. No quiero ir contigo.
Déjame ir al coro [para] ganar la ración.
No quiero tu danza, ni ser tu amigo.
En holgura vivo; no he turbación.
Aún este otro día hube promesa
de esta canongía que me dio el prelado.
De esto que tengo, soy bien pagado.
Vaya quien quisiere a tu vocación.

Dice la Muerte
Canónigo, amigo, no es el camino
ése que pensáis. Dad acá la mano.
El sobrepelliz delgado de lino
quitadlo de vos; iréis mas liviano.
Vos daré un consejo que vos será sano.
Tornadvos a Dios. Haced penitencia,
porque sobre vos cierto es dada sentencia.
Llegad acá físico, que estáis ufano.

Dice el Físico
Me mintió sin duda el fin de Avicena,
que me prometió muy largo vivir.
Rigiéndome bien a yantar y cena[r],
dejando el beber después del dormir.
Con esta esperanza pensé conquerir
dineros y plata, enfermos curando.
Mas ahora veo que me va llevando
la Muerte consigo. Conviene sufrir.

Dice la Muerte
¿Pensasteis vos, físico, que por Galeano[1]
o don Hípocras[2] con sus aforismos,
seríais librado de comer del heno?
Que otros gastaron de más silogismos.
No vos valdrá hacer gargarismos,
componer jaropes ni tener dieta.
No sé si lo oísteis: yo soy la que aprieta.
Venidvos, don cura. Dejad los bautismos.

Dice el Cura
No quiero excepciones ni conjugaciones.
Con mis parroquianos quiero ir a holgar.
Ellos me dan pollos y lechones
y muchas obladas al pie del altar.
Locura sería mis diezmos dejar [al]
oír a tu danza de que no se parte.
Pero al fin, no sé por cuál arte
de esta tu danza pudiese escapar.

Dice la Muerte
Ya no es tiempo de yacer al sol
con los parroquianos bebiendo del vino.
Yo vos mostraré un Re-mi-fa-sol
que ahora compuse, de canto muy fino.
Tal como a vos quiero haber por vecino.
Que muchas ánimas tuvisteis en gremio,
según las registeis, habreis el premio.
Dance el labrador que viene del molino.

Dice el Labrador
¿Cómo conviene danzar al villano
que nunca la mano sacó de la reja?
Busca, si te place, quien dance liviano.
Déjame, Muerte: con otro trebeja.
Ca yo como tocino y a veces oveja.
Y es mi oficio, trabajo y afán,
arando las tierras para sembrar pan.
Por ende, no curo de oír tu conseja.

Dice la Muerte
Si vuestro trabajo fue siempre sin arte,
no haciendo surco en la tierra ajena,
en la gloria eterna habréis gran parte.
Y por el contrario, sufriréis pena.
Pero con todo eso, poned la melena.
Allegad vos a mí: yo vos vendré.
Lo que a otros hice, a vos lo haré.
Y vos, monje negro, tomad buena estrena.

Dice el Monje
“Loor y alabanza sea para siempre,”
al Alto Señor que con piedad me lleva
a su reino, a dónde contemple
por siempre la su Majestad.
De cárcel oscura vengo a claridad,
donde tendré alegría sin otra tristura.
Por poco trabajo, tendré gran holgura.
Muerte, no me espanto de tu fealdad.

Dice la Muerte
Si la regla santa del monje bendito
guardasteis del todo sin otro deseo,
sin duda tened que sois escrito
en libro de vida, según que yo creo.
Pero si hicisteis lo que hacer veo
a otros que andan fuera de la regla,
vida vos dará que sea más negra.
Danzad, usurero, dejad el correo.

Dice el Usurero
No quiero tu danza ni tu canto negro,
mas quiero prestando doblar mi moneda
con pocos dineros que me dio mi suegro.
Otras obras hago que no hizo Beda.
Cada año los doblo, demás está queda
la prenda en mi casa que está por el todo.
Allego riquezas y yaciendo el codo.
Por ende, tu danza a mí no es leda.

Dice la Muerte
Traidor, usurero de mala conciencia,
ahora veréis lo que hacer suelo.
En fuego infernal sin más dilación
pondré la vuestra alma cubierta de duelo.
Allá estaréis donde está vuestro abuelo
que quiso usar según vos usasteis.
Por poca ganancia mal siglo ganasteis.
Y vos, fraile menor, venid al señuelo.

Dice el Fraile
Danzar no conviene a maestro famoso,
según que yo soy en la religión.
Aunque [soy] mendicante, vivo vicioso,
y muchos desean oír mi sermón.
¿Me decís ahora que vaya a tal son?
Danzar no querría, si me das hurgar.
¡Ay de mí cuitado! Que habré a dejar
las honras y grado, que quiera o no.

Dice la Muerte
Maestro famoso, sutil y capaz,
que en todas las artes fuisteis sabidor,
no vos acuitáis: limpiad vuestra faz,
que a pasar habréis por este dolor.
Yo vos llevaré ante un sabidor
que sabe las artes sin ningún defecto.
Sabréis leer por otro decreto.
Portero de maza, venid al tenor.

Dice el Portero
¡Ay del rey! Barones, acorredme ahora.
Me lleva sin grado esta muerte brava.
No me guardé de ella. Me tomó a deshora.
A la puerta del rey guardando estaba.
Hoy en este día al conde esperaba
que me diese algo porque le di la puerta.
Guarde quien quisiere o fínquese abierta
que ya mi guarda no vale un haba.

Dice la Muerte
Dejad esas voces. Llegad vos corriendo,
que no es ya tiempo de estar en la vela.
Las vuestras baratas yo bien las entiendo
y vuestra codicia por qué modo suena.
Cerrada es la puerta de mas cuando hiela
al hombre mezquino que bien a librar.
Lo que de él llevasteis, habrás a pagar.
Y vos, ermitaño, salid de la celda.

Dice el Ermitaño
La muerte recelo, maguer que soy viejo.
Señor Jesús Cristo, a ti me encomiendo.
De los que te sirven, tú eres espejo:
pues yo te serví, la tu gloria atiendo.
Sabes que sufrí laceria viviendo
en este desierto en contemplación,
de noche y de día haciendo oración,
y por más abstinencia las hierbas comiendo.

Dice la Muerte
Haces gran cordura: llamarte ha el Señor,
que con diligencia pugnasteis servir.
Si bien le servisteis, habréis honor.
En su santo reino donde vendréis.
Pero con todo esto iréis
en esta mi danza con vuestra barbaza.
De matar a todos: ésta es mi caza.
Danzad, contador, después de dormir.

Dice el Contador
¿Quién podría pensar, que tan sin disanto,
había a dejar mi contaduría?
Llegué a la muerte y vi del barato
que hacía en los hombres con gran osadía.
Allí perderé toda mi valía,
haberes y joyas y mi gran poder.
Haga libramientos de hoy más quienquier,
porque cercan dolores el ánima mía.

Dice la Muerte
Contador amigo, si bien vos veis
cómo por favor y a veces por don
librasteis las cuentas, razón es que hayáis
dolor y quebranto. Por tal ocasión
no vos tendrá pro, e iréis conmigo,
cuento de guarismo ni división.
Andad acá luego. Así lo digo.
Y vos, diácono, venid a la lección.

Dice el Diácono
No veo que tienes gesto de lector,
tú, que me convidas que vaya a leer.
No vi en Salamanca maestro ni doctor
que tal gesto tenga ni tal parecer.
Bien sé que con arte me quieres hacer
que vaya a tu danza para matarme.
Si esto es así, venga administrar
otro por mí, que yo me voy a caer.

Dice la Muerte
Me maravilló mucho de vos, clerizón,
pues que bien sabéis que es mi doctrina
matar a todos por justa razón,
y vos esquiváis oír mi bocina.
Yo vos vestiré dalmática fina
labrada de pino en que ministréis
hasta que vos llamen en ella iréis.
Venga el que recauda y danza aína.

Dice el Recaudador
Asaz he que haga en recaudar
lo que por el rey me fue encomendado.
Por ende no puedo ni debo danzar
en esta tu danza, que no he acostumbrado.
Quiero ir ahora aprisa priado
por unos dineros que me han permitido,
ca he esperado y el plazo es venido.
Mas veo el camino del todo cerrado.

Dice la Muerte
Andad acá luego sin mas tardar.
Pagad los cohechos que habéis llevado.
Pues que vuestra vida fue en trabajar
cómo robaríais al hombre cuitado.
Os daré un poyo en que estéis asentado
o hagáis las rentas que tenga dos pasos.
Allí daréis cuenta de vuestros traspasos.
Venid subdiácono, alegre y pagado.

Dice el Subdiácono
No he menester de ir a trocar
como hacen esos que traes a tu mando.
Antes de evangelio me quiero tornar
estas cuatro témporas que se van llegando.
En lugar de tanto, veo que llorando
andan todos esos. No hallan abrigo.
No quiero tu danza. Así te lo digo.
Mas quiero pasar el salterio rezando.

Dice la Muerte
Mucho es superfluo el vuestro alegar.
Por ende, dejad estos sermones.
No tenéis manera de andar a danzar,
ni comer obladas cerca [de] los tizones.
No iréis más en las procesiones,
donde dabais voces muy altas en grito,
como por enero hacía el cabrito.
Venid, sacristán. Dejad las razones.

Dice el Sacristán
Muerte, yo te ruego, que hayas piedad
de mí, que soy mozo de pocos días.
No conocí a Dios con mi mocedad,
ni quise tomar ni seguir sus vías.
Fía de mí, amiga, como de otros fías,
porque satisfaga del mal que he hecho.
A tí no se pierde jamás tu derecho,
pues yo iré si tú por mí envías.

Dice la Muerte
Don sacristanejo de mala picaña
ya no tenéis tiempo de saltar paredes,
ni de andar de noche con los de la caña,
haciendo las obras que bien sabéis.
Andar a rondar vos ya no podréis,
ni presentar joyas a vuestra señora.
Si bien vos quiere, quítevos ahora.
Venid, vos, rabí. Acá meldaréis.

Dice el rabino
Oh, Elohim y Dios de Abraham
que prometiste la redención,
no sé que me haga con tan gran afán.
Me manda que dance, [pero] no entiendo el son.
No hay hombre en el mundo, de cuántos allí son,
que pueda huir de su mandamiento.
Veladme dayanes, que mi entendimiento
se pierde del todo con gran aflicción.

Dice la Muerte
Don rabí, rabí barbudo, que siempre estudias
en el Talmud y en los sus doctores,
y de la verdad jamás no curasteis,
por lo cual habréis penas y dolores.
Llegadvos acá con los danzadores.
Y diréis por tanto vuestra berajá.
Darvos han posada con rabí Isaac.
Venid, alfaquí: dejad los sabores.

Dice el Alfaquí
Si Alá me valga, es fuerte cosa
esto que me mandas ahora hacer.
Yo tengo mujer discreta, graciosa
de que he agasajado y bastante placer.
Todo cuánto tengo, quiero perder:
déjame con ella solamente estar.
Cuando fuere viejo, mándame llevar
a ella conmigo, si a ti placiere.

Dice la Muerte
Venga amigo. Deje las puertas del cielo,
porque el ??mi‘ no predicaréis,
y los veinte y siete vuestro capellan
ni vuestra camisa no la vestiréis
en Meca ni en al-Eid, y no estaréis
comiendo buñuelos en alegría.
Busque otro alfaquí vuestra morería.
Pássadvos santero veré qué diréis.

Dice el Santero
Por cierto, más quiero mi ermita servir,
que no ir allá donde tú me dices.
Tengo buena vida, aunque ando a pedir
y como a las veces pollos y perdices.
Tomarse al tiempo bien las codornices.
Y tengo en mi huerto bastante repollos.
Vete, que no quiero tu gato con pollos.
A Dios me encomiendo, y a señor San Helices.

Dice la Muerte
No vos vale nada vuestro recelar.
Andad acá luego, vos, don Taleguero,
que no quisitéis la ermita adobar.
Hicisteis alcuza de vuestro garguero.
No vestiréis la bota de cuero
con que a menudo solíais beber.
Zurrón, ni talega no podréis traer
ni pedir gallofas como de primero.

Lo que dice la Muerte a los que no nombró
A todos los que aquí no he nombrado,
de cualquier ley, estado o condición,
les mando que vengan muy toste, pirado,
a entrar en mi danza sin escusas.
No recibiré jamás excepción
no otro libelo ni declinatoria.
Los que bien hicieron habrán siempre gloria
los cual contrario habrán damnación.

Dice a los que han de pasar por la muerte
Pues que así es que moriremos
de necesidad sin otro remedio.
Con pura conciencia todos trabajemos
en servir a Dios sin otro comedio.
Ca Él es principio, fin [y] el medio
por donde si le place tendremos holgura,
aunque la muerte con danza muy dura
nos meta en su corro en cualquier comedio.