Concha Espina (1869-1955)




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Lejos…

Entre la noche que está dormida
y el mar dormido que sueña y lucha
tengo enhebrada mi ardiente vida,
alma que alerta ronda y escucha.

Para mi frente, clara diadema,
los astros hilan vivo reflejo,
para mis ojos, triste poema,
las aguas mullen un blando espejo.

Calman las olas sus paroxismos
llenas de lumbres y estupores
y entre las fauces de dos abismos
hago la siembra de mis amores.

Aquí las mieses y las derrotas
son infinitos que yo paseo;
haces de vida, ansias remotas,
vasto refugio para el deseo.

Y las criaturas de mi paisaje,
bestias menores, nunca son malas;
con la inocencia de lo salvaje
de los querubes tienen las alas.

Aves y peces, sordo murmullo,
alible fauna reclamadora
cuando la noche lanza su aúllo
del mar dormido que sueña y llora.

Nada me hiere donde yo habito;
mis daños, todos, son de la orilla.
Aquí se esconde mi ronco grito
en el manojo de mi gavilla.

Ramos de espuma, leves corolas,
plantel de soles y de luceros;
para mí el baño de frescas olas 
y la ardentía de los senderos.

Para mí, todas las noches gayas;
para mí, todos los océanos;
lejos la tierra, lejos las playas;
ningún anillo para mis manos.

No quiero engarces prometedores
con el mezquino polvo sediento
donde el gusano vive en las flores
y la veleta gira en el viento.

Ninguna gracia de la ribera
donde se miente lo que se jura;
es más benigna la mar señera;
es más piadosa la noche oscura…