Enrique de Mesa (1878-1929)




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Tierra hidalga

Un molino,
perezoso a par de viento.
Un son triste de campana.
Un camino
que se pierde polvoriento,
surco estéril de la tierra castellana.

Ni un rebaño
por las tierras. Ni una fuente
que dé alivio al caminante.
Como antaño,
torna al pueblo lentamente
triste y flaco sucesor de «Rocinante».

Una venta
Un villano gordo y sucio,
de miserias galeote.
Soñolienta
la andadura de su rucio.
la aparece en la llanada Don Quijote.

Terruñero
de la faz noblota y ancha,
descendiente del labriego castellano.
Escudero,
ya no tienes caballero;
ya no templas, con prudencia de villano,
las locuras del hidalgo de la Mancha.

Sed en la tierra

El campo, sediento;
la nube, de paso;
un cielo azul, desesperante y limpio,
y un rojo sol en el ocaso.

Llegará la noche,
lucirá la estrella…
Y el camp seco balará, soñando:
¿Dónde la nube aquella?

A una niña

Si te conocí capullo
quiero conocerte flor:
alborada que así ríe
promete espléndido sol.

Romperá la primavera
de tus gracias el botón;
serás, en tu mediodía,
gaya pompa de color.

Contemplarás verdecido
lo noble del corazón;
sabrás que lo bello brota
por influjo del amor.

Y si al llegar al ocaso
te ves triste, como yo,
sueña en ver al sol abierto
el capullo de otra flor.

Serenidad

Aquí, a la sombra de los pinos viejos,
descanso al repechar de la vereda,
quiero, mientras murmura el agua leda,
meditar la razón de tus consejos.

Transida el alma está de amargos dejos.
Sendero de dulzor o ruta aceda,
¿quién hay, humano que decirnos pueda
la dicha o el dolor que aguardan lejos?

De sol, silencio y soledad cercado,
huidera la pasión, la razón quieta,
lo más puro del alma se destila;

y el hombre, de sí mismo enajenado,
siente latir el ansia más secreta
y oye cantar el bronce de su esquila.