Francisco Medrano (1570-1607)



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No siempre fiero el mar zahonda el barco

No siempre fiero el mar zahonda el barco,
Ni acosa el galgo á la medrosa liebre,
Ni sin que ella afloje ó él se quiebre,
La cuerda siempre trae violento el arco.

Lo que es rastrojos hoy, ayer fué charco,
Frio dos horas antes lo que es fiebre;
Tal vez al yugo el buey, tal va al pesebre,
Y no siempre severo está Aristarco.

Todo es mudanza, y de mudanza vive
Cuanto en la mar aumento de la luna,
Y en la tierra del sol vida recibe.

Y solo yo, sin que haya brisa alguna
Con que del gozo al dulce puerto arribe,
Prosigo el llanto que empecé en la cuna.

A San Pedro, en una borrasca, viniendo de Roma

Pescador soberano, en cuyas redes
Los mayores monarcas han estado
Dichosamente presos, y cambiado
En gloria sus prisiones, y en mercedes;

Tú, que abrir y cerrar el cielo puedes
Con poderosa llave á tu ganado,
Y alcázar en lu tierra has alcanzado
Con colunas de pórfido y paredes,

Los ojos vuelve al mar enfurecido;
Y pues tal vez osó mojar tu planta
Aun siendo hollado de tu fe animosa.

Su hinchazón rompe, acalla su ruido,
Y enseñado discipulo, levanta
Mi fe y mis piés con mano poderosa.

Yo vi romper aquestas vegas llanas

Yo vi romper aquestas vegas llanas,
y crecer vi y romper en pocos meses
estas ayer, Sorino, rubias meses,
breves manojos hoy de espigas canas.

Estas vi, que hoy son pajas, más ufanas
sus hojas desplegar para que vieses
vencida la esmeralda en sus enveses,
las perlas en su haz por las mañanas.

Nació, creció, espigó y granó un día
lo que ves con la hoz hoy derrocado,
lo que entonces tan otro parecía.

¿Qué somos pues, qué somos? Un traslado
desto, una mies, Sorino, más tardía;
y ¡a cuántos sin granar, los ha segado!