Juan de Jáuregui (1583-1641)



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Afecto amoroso comunicado en silencio

Deja tu albergue oculto,
mudo silencio; que en el margen frío,
Deste sagrado río
y en este valle solitario inculto,
te aguarda el pecho mío.

Entra en mi pecho, y te diré medroso
lo que a ninguno digo,
de que es amor testigo,
y aun a ti revelarlo apenas oso.
Ven, ¡oh silencioso fiel!, y escucha atento
tú sólo, y mi callado pensamiento.

Sabrás (mas no querría
me oyese el blando céfiro, y a l eco
en algún tronco hueco
comunicase la palabra mía,
o que en el agua fría
el Betis escondido me escuchase);
sabrás que el cielo ordena
que con alegre pena
en dulces llamas el amor me abrase,
y que su fuego, el corazón deshecho,
de sus tormentos viva satisfecho…

No quiera el cielo que a la dulce calma
De tu beldad serena
turbe una breve pena,
aunque mil siglos la padezca el alma;
dile, silencio, tú, con señas mudas,
lo que ha ignorado siempre y tu no dudas.

Mas ¡ay! No se lo digas,
que es forzoso decirlo en mi presencia;
y bien que la decencia
de tu recato advierto, al fin me obligas
que espere su sentencia,
y el temor ya me dice en voz expresa:’

“No has sido poco osado
sólo en haberla amado:
no te abalances a mayor empresa
Basta que sepan tu amorosa historia
el secreto silencio y tu memoria.”

Así quien sigue la codicia avara,

tal vez mezquino muere en extranjera

provincia, falto de consuelo y oro.