Juan de Arguijo (1567-1623)



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Al Guadalquivir, en una avenida

Tú, a quien ofrece el apartado polo,
Hasta donde tu nombre se dilata,
Preciosos dones de luciente plata,
Que invidia el rico Tajo y el Pactólo;

Para cuya corona, como a solo
Rey de los ríos, entretexe y ata
Palas su oliva con la rama ingrata
Que contempla en tus márgenes Apolo;

Claro Guadalquivir, si impetuoso
Con crespas ondas y mayor corriente
Cubrieres nuestros campos mal seguros,

De la mejor ciudad, por quien famoso
Alzas igual al mar la altiva frente,
Respeta humilde los antiguos muros.

La tempestad y la calma

Yo vi del rojo sol la luz serena
Turbarse, y que en un punto desparece
Su alegre faz, y en torno se oscurece
El cielo con tiniebla de horror llena.

El austro proceloso airado suena,
Crece su furia, y la tormenta crece,
Y en los hombres de Atlante se estremece
El algo olimpo y con espanto truena;

Mas luego vi romperse el negro velo
Deshecho en agua, y á su luz primera
Restituirse alegre el claro dia,

Y de nuevo esplendor ornado el cielo
Miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
Igual mudanza á la fortuna mia?

La avaricia

Castiga el cielo a Tántalo inhumano,
que en impia mesa su rigor provoca,
medir queriendo en competencia Ioca
saber divino con engaño humano.

Agua en las aguas busca, y con la mano
el árbol fugitivo casi toca;
huye el copioso Erídano a su boca
y en vez de fruta aprieta el aire vano.

Tú, qu’espantado de su pena admiras
qu’el cercano manjar en largo ayuno
al gusto falte y a la vista sobre,

¿Cómo de muchos Tántalos no miras
ejemplo igual? Y si cudicias uno,
mira al avaro en sus riquezas pobre.

En segura pobreza vive Eumelo

En segura pobreza vive Eumelo
Con dulce libertad, y le mantienen
Las simples aves, que engañadas vienen
A los lazos y liga sin recelo.

Por mejor suerte no importuna al cielo,
Ni se muestra envidioso a la que tienen
Los que con ansia de subir sostienen
En flacas alas el incierto vuelo.

Muerte tras luengos años no le espanta,
Ni la recibe con indigna queja,
Mas con sosiego grato y faz amiga.

Al fin, muriendo con pobreza tanta,
Ricos juzga sus hijos, pues les deja
La libertad, las aves y la liga.