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- Defiéndeme de este mal
- Llegar, ver y entregar me ha sido junto
- Nadie escuche mi voz
- Silencio, en tu sepulcro deposito
Defiéndeme de este mal
Defiéndeme de este mal
lo que el mismo mal me niega,
pues es tal que al alma llega,
y en ella queda inmortal.
Entiérrese mi querella
de su secreto vencida,
que no es bien que tenga vida
quien busca cómo perdella.
En los peligros buscados
se pierden los prevenidos,
remedios siempre perdidos
es muerte de desdichados.
Secreto yo te guardara
porque Amor manda guardarte,
si decirte y si callarte
la vida no me costara.
Quien sólo supo vivir
en desdichas confirmado
podrá morir confesado,
y confesado, morir.
Una verdad por castigo
pudiera decir, señora,
mas es ya muy tarde agora,
y habrá de morir conmigo.
Llegar, ver y entregar me ha sido junto
Llegar, ver y entregarme ha sido junto,
la deuda general pagada os tengo,
y a ser de vos injustamente vengo
condenado sin culpa en sólo un punto.
Padezco el mal, la causa no barrunto,
que yo, sin esperanza, me entretengo,
y sólo de adoraros me mantengo
vivo al servir, y al merecer difunto.
Quien sabe tanto y claramente entiende
que esperar algo es yerro sin disculpa,
con la inteición no puede haber errado.
Miro y no hallo en mí de que me enmiende;
mas si desdichas las tenéis por culpa,
¿Cómo estará sin ella un desdichado?
Nadie escuche mi voz
Nadie escuche mi voz y triste acento,
de suspiros y lágrimas mezclado,
si no es que tenga el pecho lastimado
de dolor semejante al que yo siento.
Que no pretendo ejemplo ni escarmiento
que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído, y no aliviado,
de un firme amor el justo sentimiento.
Juntose con el cielo a perseguirme,
la que tuvo mi vida en opiniones,
y de mí mismo a mí como en destierro.
Quisieron persuadirme las razones,
hasta que en el propósito más firme
fue disculpa del yerro el mismo yerro.
Silencio, en tu sepulcro deposito
Silencio, en tu sepulcro deposito
ronca voz, pluma ciega y triste mano,
para que mi dolor no cante en vano
al viento dado ya, en la arena escrito.
Tumba y muerte de olvido solicito,
aunque de avisos más que de años cano,
donde hoy más que a la razón me allano,
y al tiempo le daré cuanto me quito.
Limitaré deseos y esperanzas,
y en el orbe de un claro desengaño
márgenes pondrá breves a mi vida,
para que no me venzan asechanzas
de quien intenta procurar mi daño
y ocasionó tan próvida huida.