Pedro Luis de Gálvez (1882-1940)



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Don Quijote

Desdichado poeta, genial, aventurero;
con la facha grotesca, de cartón la celada:
sin razón, sin camisa, sin gloria, sin dinero,
bajo el sol de Castilla por la encendida estrada…

Le traicionaron todos: el Cura y el Barbero,
la Sobrina y el Ama. Y en la venta encantada,
dos mozas del partido le armaron caballero:
le calzaron espuelas y ciñeron espada.

Luego que el Posadero le dio el espaldarazo,
salió a probar el temple de su acero y su brazo,
retando a los gigantes a singular pelea.

Tuvo por solo premio la burla y la derrota;
y, en tanto que el buen Panza se abrazaba a la bota,
Don Quijote moría ¡de amor!, por Dulcinea.

Antinoo

Fuiste frágil y hermoso como una cortesana,
compartiste tu lecho con un emperador,
florecieron tus labios una rosa liviana:
eras esclavo, y era tu esclavo tu señor.

El Nilo fue sepulcro de tu belleza humana
—¡crisantemo marchito del jardín del Amor!—;
pero de Roma el alma decadente y pagana
te alzó estatuas y templos con heroico impudor.

Muchos años Adriano te lloró inconsolable.
De la mente del viejo, tu recuerdo inefable
ya no pudo borrarlo ninguna esclava vil…

Y en las fiestas, el pueblo, consternado, veía,
cómo el César —¡sin pulsos!— hasta tu altar subía
y acercaba sus labios a tu emblema viril…